Abstract
Siempre que se inicia una exposición sobre cualquier aspecto doctrinal de los diálogos platónicos no está de más advertir que necesariamente ha de establecerse una relación dialéctica sobre el contenido que se va a transmitir. Y esto no constituye un juego de palabras acerca de la exposición de una filosofía que es el prototipo de la dialéctica propiamente dicha. No, simplemente se hace una llamada de atención al oyente para advertirle de que en lo que sigue no va a encontrar un cuadro de afirmaciones categóricas apoyadas en definiciones, sino más bien impulsos capaces de mover imágenes en tres planos cuando menos: uno, el del mundo ateniense del siglo IV; otro, el que parece construirse en el desarrollo argumental de la conversación de la que pensamos extraer filosofía y que en realidad lo que hace es organizar nuestra capacidad de comprensión que la sigue; y otro, la experiencia que cada individuo tiene y que se encuentra incorporada en su modo de acceder a comprender y a usar lo que va aprendiendo, pero no a nivel de una reducción conceptual, sino de manera que logre así un mundo de imágenes suficientemente estructurado y manejable por él como para contar la película a su manera.