Forma 1:61 (
2009)
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Abstract
Hoy nos encontramos con que la filosofía se presenta enfrentada a la sociedad, y es concebida como una actividad ociosa, elitista o incluso excesivamente abstrusa. El presente artículo sostiene que esta separación entre la filosofía y el resto del entramado social no sólo se debe a lo que se podría llamar una especialización del pensamiento, sino fundamentalmente a un problema metodológico: el análisis crítico adopta una posición exterior respecto a la realidad que trata. Así, la filosofía se empeña en atender únicamente a sus especulaciones teóricas, dejando a un lado el correlato práctico de las mismas. Este abandono la torna estéril, dado que la falta de una implicación directa en la realidad conlleva una incapacidad para incidir sobre ella. El resultado es su aislamiento. El reto que se plantea entonces a partir de esta situación es el de redefinir la función y la intención de la filosofía, considerando que constituye una parte inseparable de la sociedad, como su producto, pero también como su productora, hecho que comporta una responsabilidad. Con este fin y a partir de las teorías de Guy Debord sobre la sociedad del espectáculo, se argumentará una crítica de los límites de la filosofía actual, límites que ella misma ha ayudado a construir y que la paralizan en su capacidad transformadora.