Abstract
Es conocida la crítica de Schelling de que la doctrina de la ciencia habría aniquilado cualquier concepto de naturaleza viva, reduciéndola a un simple obstáculo que debía ser superado con miras a la realización de los fines morales de la razón. ¿Acaso tiene razón Schelling después de todo? Este artículo pretende refutar esta crítica schellinguiana, mostrando no solo que a la doctrina de la ciencia no se le puede imputar esta falta, sino que ésta deduce, a partir de una estructura propia de la razón, los dominios del saber, del saber fáctico, esto es, de la reflexión sobre sí mismo del yo, sobre todo a partir de la consideración de sus elementos kantianos: Una espontaneidad práctica y su carácter eminentemente reflexionante, algo que no fue entendido por Schelling y sus seguidores.