Abstract
La inteligencia artificial ha llegado para quedarse, nos rodea y se hace presente en nuestros trabajos, nuestros hogares y en nuestras relaciones personales. El futuro de la humanidad va a ser modelado por las tecnologías emergentes, entre las cuales la IA es un punto de convergencia privilegiado de todos los desafíos que la tecnología de nuestro mundo le presenta a la teología. Una teóloga que ha aceptado este desafío es Anne Foerst. Ella ha planteado la cuestión de si en algún momento los robots podrían llegar a ser considerados personas y formar parte de nuestras comunidades. Aunque su punto de vista no sea compartido debemos reconocerle su importante contribución a una teología de frontera. Una teología encarnada en las fronteras tecnológicas necesita ser valiente, necesita aceptar el marco que ofrecen la ciencia y la tecnología para explorar nuevos lenguajes