Abstract
El fracaso político de la Revolución francesa deja un regusto amargo de que el problema del ser humano se encuentra en la Modernidad y, concretamente, en la escisión radical que abre la conciencia. Los ideales del Bien y la Verdad son señaladas como formas muertas, carentes de potencia erótica, inservibles para movilizar al ser y, por tanto, anacrónicos para una época que quiere despertar bajo el signo de la Belleza. Un joven Schelling escribe bajo este sol naciente una obra en la que el arte aparece como una praxis capaz de suturar aquella herida que abre la conciencia. La imaginación y la síntesis poética son elementos ineludibles en el transitar por una vida humana que busca su plenitud en el retorno a la unidad originaria con lo Absoluto. El gesto del genio artístico será el privilegiado para este tránsito al origen.