Abstract

El presente texto tiene por objetivo cuestionar el modo habitual en el que se enseña la ética, y apoyar el uso de las narraciones como una herramienta pedagógica importante en la formación moral. Dado que la ética busca menos la adquisición de unos conocimientos y más una disposición a la acción, bien pudiera servirse de formatos narrativos para desarrollar la sensibilidad debida para la construcción de ciudadanos reflexivos, críticos y empáticos. Al fin y al cabo, la naturaleza antropológica de los seres humanos es ya de hecho narrativa, y toda forma de vida buena reclama, en últimas, la posibilidad de ser contada. La práctica de relatar se constituye como una defensa por la búsqueda y construcción de sentido, en medio de una sociedad en donde la celeridad y la información fragmentada parecieran marcar la única posibilidad de constitución del sí mismo.