Abstract
La propuesta del artículo es mostrar que el origen aristotélico, de corte más bien fisicalista, desde el cual el Aquinate considera las pasiones presenta dificultades, particularmente en el momento en el que las explica, podríamos decir fenomenológicamente, tal como éstas se dan en la persona humana dotada de racionalidad. En el primer capítulo se analizan los antecedentes aristotélicos del término pasión, considerado en sí mismo y aplicado a los entes sensibles, dentro del contexto del llamado “Tratado de las pasiones” de la Suma Teológica. En el segundo se estudian las pasiones del alma en la dinámica de la acción humana, estrechamente ligadas en este punto con las facultades superiores de la persona humana. Como una manera de ilustrar la dificultad señalada, en el tercer capítulo se ha escogido la pasión de la tristeza como la que mejor expresa el sentido de sustracción que acontece en la pasión físicamente considerada. Finalmente, en el cuarto, se examina la experiencia de la tristeza en Jesucristo para reforzar la tesis de que la perspectiva adoptada por el Aquinate no permite resolver ciertos problemas para afirmar que Cristo realmente experimentó tal pasión.