Abstract
La cristología de la carta a los Hebreos está determinada por el sacerdocio de Cristo. Esa presentación magistral viene precedida por el principio de “Cristo como kerygma del Padre” (cc. 1-2), en que se pone de manifiesto el papel profético de Jesús, lo que debe ser valorado en su justa medida. Aunque es verdad que el sacerdocio de Cristo, lo más exclusivo de todo el NT, pone de manifiesto una visión particular y original de lo que se quiere afirmar. Es un sacerdocio de solidaridad con sus hermanos; se trata de un sacerdocio misericordioso y, por ello, no estamos simplemente ante un título exótico que el autor rescata exegéticamente de Gn 14; la cristología del sacerdocio de Cristo nos hace asomarnos al papel kenótico de su sacerdocio: compasivo y semejante a sus hermanos. No es un sacerdocio de casta, sino de solidaridad fraternal para acercarnos al misterio de Dios. Se debe entender que estamos ante un sacerdocio compasivo, humano, que es lo que llevará a la exaltación de ese sacerdocio,. La comparación con el himno de Filipenses (Flp 2,5-11) es muy sugerente. Y no menos decisivo es que ese sacerdocio trae para la humanidad un “alianza nueva” que implica para los cristianos una conciencia de salvación y liberación; una nueva concepción de la santidad de Dios y de lo divino; y, en definitiva, se quiere mostrar una religión de absoluta confianza en Dios y en la obra salvífica de Cristo.