Abstract
En el año de 1976, el cineasta mexicano Felipe Cazals lanzó una tríada de películas en las que se detecta una continuidad, no en su historia, pero sí en sus temas, críticas y propuestas: Canoa, El apando y Las Poquianchis. En específico, son filmes que rescatan el escenario político de los años cincuenta y sesenta, lo cual le sirve para denunciar las violencias estructurales, frecuentemente ocultas. El presente texto propone vincular sendas películas de Cazals con los eventos del movimiento estudiantil de 1968, encontrando inspiración en la filosofía marxista de mediados de siglo, censurada desde la más alta cúpula del poder, provocando, así, que se le rechazara por la fuerza, tanto en sus propuestas, sus críticas y hasta su imagen. El cine puede plantear problemas filosóficos y argumentar desde la filosofía, por ello, se hace un rescate de la obra de Cazals para hacerlo explícito y evidenciar cómo es que se inserta orgánicamente en el movimiento intelectual de los sesenta, defendiendo la legitimidad de la protesta, criticando la centralidad del poder, exponiendo los estereotipos y visibilizando a los grupos minorizados.