Abstract
San Agustín asume la retórica tradicional en términos de que el orador debe enseñar, deleitar y mover, pero la modifica al proponer que lo único necesario es lo primero. Esto en el contexto de que aunque las cosas dichas enseñen, deleiten y muevan menos, se ha de decir lo verdadero y justo, aunque no se logre el asentimiento del auditor. Una segunda diferencia es que para la retórica tradicional, las cosas pequeñas han de decirse con sencillez, las medianas con moderación y las grandes con grandilocuencia. En cambio, para el Obispo de Hipona, todo lo que predica el orador eclesiástico tiene grandeza, por estar vinculado a las Sagradas Escrituras. Este cambio de modelo solo es posible a partir del ejemplo de San Ambrosio.