Abstract

El tema de la producción de sentido ha entrado en el debate filosófico contemporáneo, como un asunto de nuevas afiliaciones y de un ferviente compromiso con la filosofía práctica. Y no es menos cierto, la producción de sentido se alza como la estancia en la que el lenguaje renueva lo esencial del ser y el pensamiento. Sin embargo, el lugar de la producción de sentido como una práctica significante capaz de realizar una interpretación/apertura del mundo, ha sido confinado a un momento de inmovilización. Desde esta óptica, la propuesta de restaurar/redimir la producción de sentido y viabilizarla como fenómeno de representación y actitud; al tiempo que propone una solución, determina la reestructuración interna de lo histórico-cultural, reubicando los espacios de signo y símbolo para un sujeto que, si bien lucha por la decodificación del mundo, presenta grandes evidencias (cada vez más acentuadas), de una enajenación continua, bien en identidad directa o en contraposición a los límites impuestos por la época. De ahí que la fenomenología y la hermenéutica hayan sido insertadas por la contemporaneidad y sus diatribas socioculturales como un punto genérico para la propia lectura de las cuestiones cotidianas urgentes. Esta imagen se inserta en una situación concreta particular, dígase en el justo momento en que, la experiencia del lenguaje como práctica real del pensamiento, hace converger la pregunta por el texto sobre la pregunta por el sentido. Así, el sujeto en proceso documenta su dinámica interna, al tiempo que corrige sus límites en la narrativa del mundo contemporáneo.