Abstract
El Romanticismo hizo aportes fundamentales en la teoría de la pintura: por un lado centró la atención en su visualidad como arle de la apariencia y su idealización: por el otro, la coaccionó con el significado, poniéndola al servicio de la religión y el poder, estimuló el goce y la crítica del arte, pero los condenó también en favor de una actitud reverencial ante él. La pintura de los Nazarenos representa la intención romántica de una nueva pintura cristiana, alemana y patriótica que habría de reorientar el espíritu de la época. Hegel se opuso radicalmente a este proyecto: su tesis del fin del arte no tiene sólo una explicación sistemática, sino que responde igualmente a un debate histórico concreto. El artículo aborda las posiciones de Wackenroder, August y Friedrich Schlegel, y Overbeck.