Abstract
A diferencia de un cómputo abstracto del tiempo, las consideraciones sobre lo que ha sucedido a lo largo del tiempo nos conduce a la historia real. En este segundo sentido, el año 2000 representa la herencia de una época, que nació del espíritu de esperanza mesiánica: con el descubrimiento y la conquista de América y con la evolución de la ciencia y la tecnología, Europa se creyó la soberana eterna del mundo. El siglo XIX fue el siglo del mito del progreso, pero el progreso histórico provocó la ruina de las sociedades coloniales y la autodestrucción de Europa. Durante el siglo XX, predominó el mito del progreso y la autosuficiencia humana fue predominante y completó la historia al borde de grandes catástrofes. ¿Habremos entonces entrado en un final sin principios? Aún podríamos esperar un nuevo comienzo para el futuro, si la esperanza cristiana nos mostrara nos mostrara el camino para completar la historia, si aún pudiéramos revitalizar la democracia con la esperanza de implantar los derechos humanos, y si, superando la destrucción ecológica, pudiéramos convertir la tierra en un un hogar habitable para la humanidad. Con estos objetivos humanos todavía podríamos lograr una buena globalización.