Abstract
Desde finales de los años 1990, Libia ha experimentado una fase de crecimiento económico muy rápida y se ha convertido, gradualmente, en destino privilegiado de importantes flujos migratorios internacionales procedentes de otros países árabes, de varios países africanos al sur del Sahara e, incluso, de países asiáticos, como Bangladesh, India y China. Contrariando la visión de Libia como un país de tránsito, la realidad es que muchas personas migrantes se quedan en el país. Sin embargo, el espacio libio ha representado en las últimas tres décadas un auténtico laboratorio para las políticas migratorias aplicadas en la relación entre Libia y los países europeos, en primer lugar, Italia. En los 90 y en la primera década del siglo XXI, Libia se caracterizó por dos tendencias opuestas: por un lado, las políticas del régimen de Gadafi encaminadas a abrir el país a la importación de mano de obra barata del África subsahariana y los países árabes; y por otro, las políticas de contención aplicadas por Italia para detener los flujos migratorios irregulares a través del Mediterráneo, que eran relativamente pequeños en comparación con el número total de migrantes en Libia. Este artículo trata de analizar la génesis y el desarrollo de las políticas de contención de la inmigración, centrándose especialmente en las relaciones entre Italia y Libia, analizando sus efectos a mediano plazo y debatiendo cómo estas políticas no solo han ido en detrimento de los derechos de las personas migrantes, sino que también han sido la premisa para su explotación económica y marginación social en Libia e Italia.