Abstract
El artículo muestra cómo J. Dewey entiende “lo religioso”, no como experiencia sepa-rada, sino como intensidad de cada vivencia que realza y expande su cualidad estética. La vida cotidiana constituye el reino del hombre sobre la naturaleza que exige recobrar la relación originaria con esta y, desde allí, con Dios. Esto implica vivir de primera mano toda experiencia individual, toda vez que conlleva ser interpelado por las si-tuaciones problemáticas. Se explica la forma de dicho movimiento de la experiencia.