Abstract
Estamos acostumbrados a hablar del fascismo y sus variantes contemporáneas como «enemigos de la cultura», como una fuerza política animada por el desprecio hacia las artes. Sin embargo, es evidente la extrema importancia que el fascismo concede al ámbito de la cultura; sus batallas culturales son procesos constitutivos centrales de sus luchas. Creo que pasaremos por alto dimensiones fundamentales del fenómeno fascista si no lo entendemos como una batalla por la formación de la sensibilidad social, por el cultivo de los afectos y por la producción del horizonte sensible de la política. El orden sensible es el fundamento de la imaginación social, de sus límites y formas, y el control de la imaginación y la sensibilidad es el fundamento de todo poder. En la medida en que es consciente de ello, el fascismo es un proyecto estético, una reconstrucción de la sensibilidad que define los límites de lo visible y lo perceptible dentro del orden social. Lo que propongo aquí es comprender la dinámica de la actualización de tal revolución cultural fascista, teniendo en cuenta el estadio actual de los procesos materiales de reproducción cultural en las sociedades capitalistas.