Abstract
Bajo la inspiración de la performance Lips of Thomas de Marina Abramovic, se examinan en este trabajo las fisuras y las paradojas que plantea un posible circuito interpersonal del dolor, en el que se distinguen al menos cuatro momentos: experiencia álgica, expresión doliente, reconocimiento y comportamiento de ayuda. Nos detenemos especialmente en el caso de una experiencia álgica a la que no corresponde sorprendentemente una expresión, y también en el caso de una expresión doliente que ha de superar múltiples dificultades para su reconocimiento. Mientras que el dolor agudo parece el verdadero actor que se despliega y manifiesta en la escena sin abrir apenas espacio a una modulación personal, el dolor crónico puede llegar a exigir una cuidadosa puesta en escena para alcanzar paradójicamente el reconocimiento de su mera realidad. Las múltiples fisuras y paradojas en la experiencia, expresión y reconocimiento del dolor pueden deberse, en definitiva, no a una disfunción casual de un circuito funcional y operante, sino al carácter disruptivo, destructivo o aberrante de una experiencia álgica que se manifiesta en último término como experiencia del mal.